Colorín Colorado
No pensamos en el impacto porque es más fácil la estandarización con etiquetas que nos digan que sí y que no.
Bali es una conversación sobre el color. Mires donde mires, hay color. Es parte de su ADN, no hay Bali sin color. Las ofrendas por doquier en las que el color de cada flor y su colocación en cada uno de los puntos cardinales tiene un significado, los batiks, que no pareos, de ceremonia que lucen las mujeres, los paisajes infinitos de tierra y mar en los que hay tantas tonalidades de colores que te hacen dudar si algo es verde o amarillo, azul o morado. Los platos de comida, las casas, hoteles y restaurantes. Usan el color como fuente de energía. En un lugar en el que les queda tanto por “avanzar” en lo terrenal, entienden que el color tiene la capacidad de hacerte vibrar de forma distinta. Es algo con lo que conecto, al fin y al cabo, en el salón de mi casa yo tengo una pieza de mobiliario principal color turquesa y el suelo de la cocina es de baldosa hidráulica de colores, porque me alegran las mañanas.
He disfrutado con ese espectáculo de color. Ellos saben que es parte de su carta de presentación y sin querer, sin pensar, lo explotan. Cualquiera que de un paseo breve por un mercado Balinés tradicional, se habrá encontrado con los pollitos de colores. Las dos primeras veces que los vi, fue desde la moto, casi de pasada, pero me asombraron sus colores. Pollitos fucsias, turquesa, amarillo muy intenso y verde pistacho, todos juntos y revueltos, chisporroteando en las jaulas de madera. Cuando los vi una tercera vez, tuve que googlearlo. En Bali hay colores increíbles, pero no podía creer que esos pollitos fueran reales. Efectivamente, no lo son.
Miradles los ojitos. Os dejo un video con más info
Nada más nacer, cogen a esos pollitos y los meten en cubetas con tintes artificiales e industriales, con los que tiñen sus plumas para que sean más llamativos. Se convierten así en un regalo perfecto para niños pequeños, que juegan con ellos, turistas con poca conciencia que los compran, fotografían y por desgracia, promocionan. Lo de siempre, cosas que nos llaman la atención, que no necesitamos, pero que, por no pensar, hacemos. La cara fea de estas preciosidades es que, en el proceso de tintado, mueren casi un tercio de los pollitos, intoxicados por los productos con los que los tiñen.
Viajar es desconectar, descubrir, experimentar, disfrutar, pero también debe de ser pensar. Yo quiero que lo sea. Los pollitos me hicieron pensar de nuevo en algo que siempre me viene a la cabeza. Sabéis que, aunque soy periodista de carrera, me dedico al marketing, por lo que parte de mi trabajo es la creación y replanteo del producto. Marketing viene de market, que significa mercado, por lo que la traducción más cercana para nuestro empleo sería “Mercadólogo”. Analizas el mercado y creas algo que tenga salida y que vaya a venderse bien, como los pollitos. Pero son muchas las veces en las que creas algo que, aunque es fácilmente convertible en ventas, no aporta nada bueno. Tiene una utilidad prescindible, contamina y descoloca un puntito más nuestras cabezas. ¿Cómo la gracia que te hace el pollito teñido se impone automáticamente en nuestras cabezas antes que el bienestar del propio pollito? Pues así con todo.
Las personas somos altamente condicionables con inputs muy pequeñitos. Una etiqueta de color con un porcentaje de descuento, un sellito verde que diga “Bio”, un producto atractivo, una musiquita apetecible en un chillout monísimo en primera línea, donde antes había un arrecife de coral … No pensamos en el impacto, ni como individuos ni como empresas, cuando creamos/consumimos productos, porque es más fácil la estandarización con etiquetas que nos digan que sí y que no. Eso se tiene que acabar. Hay que trabajar individualmente en lo que compramos y consumimos y hay que evolucionar empresarialmente en lo que lanzamos al mercado. Hace años que lo digo, que entre las preguntas que nos hacemos cuando creamos un producto, además de los beneficios que tendrá (comercial), los costes de producción (contabilidad), los recursos que usaremos (recursos humanos) y la campaña que crearemos para lanzarlo (marketing) deberíamos plantearnos el impacto que tendrá en el mundo, en la vida de las personas y si es ético o no. Nótese que, para este último fin, no hay un departamento asociado. Ese sería el departamento de ética, pero no genera mucho beneficio en el corto plazo.
Tenemos cosas de más y planteamientos de menos. Los pollitos son un recordatorio para intentar pensar, cuantos pollitos se han muerto para que tú puedas tener un flamante pollito colorado que te haga gracia durante un rato. Hay que empezar a asegurarse, desde todas las facetas de este mundo, en el que la fachada vale más que los cimientos, que con tanto colorín colorado, este cuento no acabe acabado.
Gracias por el ratito.
El mensaje de este texto es precioso. Además de todos los pollitos que mueren por la gracia de hacerlos de colores, hay que tener en cuenta que estás comprando un animal, y que no es un juguete ni un objeto. Ese animal va a tener necesidades que al comprarlo ni si quiera te planteas si se van a poder cubrir o no. Y eso es un acto de egoísmo muy grande.
Tenemos que intentar tener mucha más conciencia de lo que hacemos, porque repercute en algo mucho más grande que nosotros.
Siempre tan valiente... abriendo el melón de la ética frente el mercantilismo... Más personas como tú abriendo conciencias e iremos dando pasos! Bravo!!