Cuando no pensar
La cabeza fría. La capacidad de navegar la circunstancia, observándola, transitándola, pero sin sacar ninguna conclusión. Pensar viene después.
Todos pasamos mucho tiempo intentando probar quienes somos y sin embargo, hay semanas que nos ponen a prueba. Bien, las únicas que cuentan son las últimas. Dicho de otra manera, cuando vienen torcidas, cuando la cuerda se tensa, cuando las circunstancias nos empujan hasta los límites de nuestra actitud… quienes somos ahí, es quien de verdad somos. Nos guste o no.
En estos momentos de choque con la realidad (la realidad de uno mismo) es cuando nos ponemos frente al espejo y tenemos dos opciones, controlar y ser quien decimos ser (quienes queremos ser) o señalar a las circunstancias y optar por la vía fácil. En realidad, a veces conseguimos lo primero y otras nos damos de frente con lo segundo: un mar que no hemos sabido navegar, que nos quedó grande esta vez. En las segundas se pierde algo, siempre, pero a cambio se madura. Así de crudo.
En las que conseguimos gobernar y mantenernos firmes, se sufre el esfuerzo, pero si pierdes algo, generalmente no suele ser algo que mereciera la pena. Estas ocasiones en las que salimos triunfantes, aunque a priori no lo veamos, siempre tienen algo en común. La cabeza fría. La capacidad de navegar la circunstancia, observándola, transitándola, pero sin sacar ninguna conclusión. Pensar viene después. Si tenemos tan claro que en caliente nada se decide bien ¿Por qué no entrenamos la capacidad de darnos tiempo para pensar? Para vivir lo que nos toca y luego, más tarde, en frío, decidir cómo nos afecta y qué queremos hacer con ello.
La prisa nos apremia y nosotros caemos en la trampa de dejar que nos empuje. Pero no, la prisa es nuestra, no nosotros de ella. No hay que dejar que nos haga prisioneros. Hay que ejercitar la capacidad de crear espacios en los que poder analizar lo vivido, repasar lo observado, revisar cómo nos sienta y tomar decisiones. Días lentos, ratos frente al mar, el aire de la montaña, momentos con nuestras musarañas. En esos espacios sucede la magia. Son donde la ansiedad, la inseguridad y la sensación de riesgo, acaban por morir. Dónde recuperamos algo el control. En ellos ponemos en valor lo que queremos y nos alejamos de lo que no.
Es el arte de saber filtrar. Que ni nos ciegue la luz ni que no podamos ver por la falta de ella.
Tener la habilidad de no pensar cuando no toca, es la clave para generar esos espacios. No se puede pensar en caliente, no se debe pensar con el agotamiento a cuestas, no se puede pensar en medio del cúmulo de cosas, sean pasión, sorpresa, estrés, odio o amor. Desde las emociones, no se decide. Recuerda que el dolor, duele tanto, que te ciega casi tanto como el alcohol. Y pensar estando borracho, tampoco ha sido nunca recomendable.
Las emociones, deben transitarse, sentirse y vivirse. Tampoco queda otra. Luego, solo luego, con calma, una vez recorridas y con toda la información lograda de ellas, viene el momento de sacar conclusiones. Ver dónde estamos y tener claro a dónde queremos llegar nos ayuda a entender cuanto queda y cómo recorrer el camino.
De no hacerse así, las distintas posibilidades que tenemos se ven turbias, las emociones marcan el ritmo y no nos damos cuenta de las cosas que perdemos por el camino. Es tan importante generar tiempo para pensar, como tener la habilidad para saber cuándo no hacerlo.
Gracias por el ratito.
me parece súper vital eso de saber cuándo no hay que hacer nada . . le escuché algo parecido a patri psicóloga y me encantó . . hay momentos que son para pausar y dejar que las cosas sucedan, sin actuar en ningún sentido . . espero mejorar en esto, porque creo que aún no lo domino del todo... soy muy de intentar arreglar las cosas, de instituirme en la responsable de resolver y a veces no me corresponde a mí o no es el momento
un saludo!
“Es el arte de saber filtrar. Que ni nos ciegue la luz ni que no podamos ver por la falta de ella.”
¡Resueno mucho con tu post Claudia!
Abrazo grande ☺️