El líder sin talento
Apoyar, cuidar, tomar en consideración, respetar y gestionar los tiempos de cada uno, incluidos los del objetivo, es fundamental para que la gente siga avanzando, para que no se rindan y te encuentren
Dentro de los equipos de cualquier tipo, empresariales, deportivos, familiares, tendemos a pensar en el líder cómo ese rol al que aspirar, esa persona que teóricamente goza del mayor conocimiento o las mejores habilidades profesionales, deportivas o morales para encabezar y guiar al grupo hacia el éxito. El líder es el mejor, el que ha conseguido destacar entre la mediocridad del resto. Luego pasa, que cuando vemos que no siempre el líder es el mejor, nos decepcionamos y aparecen en nuestro imaginario conceptos como, trepa, pirata o simplemente cabronazo.
¿Y si no fuera así? ¿Y si estamos cometiendo un error de lectura desde los albores del tiempo, dando por hecho que el líder es el mejor y simplemente, el líder es solo uno más, que posee un único talento?
Me explico. No nos cuesta aceptar que el contable tiene el talento de los números, que el comercial tiene el talento de la venta, que el RRPP tiene don de gentes, que el deportista tiene el don del dominio de su cuerpo, que el de marketing tiene el don de la creatividad aplicada. Sin embargo, que el líder solo y exclusivamente tenga el talento de liderar… no nos parece suficiente. El líder tiene que tener para nosotros, todos los otros talentos ¿y encima sobresalir en todos ellos? ¡Eso es un imposible que nos autoimponemos! tan, tan imposible como no engordar nunca o como hacer un día de 48h.
Cierto es que, el líder con experiencia, debe de tener conocimiento de todos los puntos que atañen a su equipo (ya sea este empresarial, deportivo, familiar etc.) Pero su talento innato, es el de liderar y no tiene por qué tener otro más que sobresalga a priori.
Yo llevo 6 años de mi vida llevando equipos de marketing y en una ocasión, durante mis primeros años, un miembro de mi equipo (con el que ahora comparto infinita amistad) muy enfadado me dijo “Joder, y cuál es tu trabajo, porque yo diseño, la RRPP atiende al cliente y la community se encarga de las redes y marketing online ¿pero y tú?” Y yo, ni corta ni perezosa y más por instinto de supervivencia que por sabiduría, le contesté “Yo me encargo de que todos os entendáis, colaboréis y que podáis trabajar cómodos para poder asegurar y proteger el objetivo”. La verdad es que esta conversación se me quedó grabada y es la raíz de este artículo por una sola razón. Con la preguntita de las narices, me había dado en mi talón de Aquiles más grande en ese momento. Y es que yo, que siempre he llevado equipos, siempre me he considerado una persona sin talento.
Aún recuerdo el día en que, en segundo de carrera, para una asignatura de redacción periodística, nos hicieron hacer un listado de las cosas que nos gustaban, las de verdad, las que nos movían por dentro a nosotros. Me vi ante el teclado al borde de una crisis existencial, porque no conseguía escribir ni una sola pasión. A mí no me gustaba el cine, me gustaba ver pelis con mi amigo cinéfilo, no me gustaba la música, me flipaba, verla, escucharla y sentirla con mi amigo músico que hacía magia con ella. El deporte, que ha estado siempre en mi vida desde que tengo uso de razón, cuando realmente me flipaba, era cuando lo practicaba con determinadas personas, no yo sola o con cualquiera. Y así con todo.
Con los años, empecé a trabajar y me di cuenta de lo mismo, que yo no tenía ni un solo talento concreto con el que defenderme en un área. No era especialmente buena diseñando, me aburrían las redes sociales, aunque era consciente de su importancia, Etc. Etc. Sin embargo, a quien ponían siempre ante el comité de dirección era a mí, quien ascendía era yo y a la primera a la que llamaban para gestionar un problema era a mí. Pedían mi opinión y yo consideraba que no tenía talento. Eso me llevó a desarrollar un síndrome del estafador brutal en el que yo creía que estaba engañando a todo el mundo, pero que en algún momento se descubriría mi falta de talento y todo se vendría abajo. Sin embargo, no pasó así, todo se mantuvo y todo salía bien y yo, a la fuerza, tuve que empezar a relajarme y cambiar de perspectiva.
Esto sucedió cuando cambié de trabajo varias veces. En un periodo de 5 años, cambié 3 veces de trabajo, porque me surgían mejores oportunidades, que no quería dejar pasar. Al iniciar estos cambios, tuve la gran suerte de que antiguos compañeros y miembros de mis equipos, me escribieran con frecuencia con frases que a día de hoy atesoro, como “Joe Clau, ya nadie me escribe tus emails”, “Claudia, gracias por habernos cuidado así tanto tiempo” , “Clau, ya no hay nadie que luche” o mis favorita “Qué fácil era cuando estabas tú”, “Contigo me siento protegida”.
Y entonces empecé a entender, mi talento era proteger al grupo y blindar el objetivo. Asegurar que tenían todo lo necesario para avanzar. Yo era el líder, un líder sin talento.
Cuando comprendí esto, muchas cosas empezaron a encajar, como el hecho de que la gente viéndome ascender me preguntara “Clau ¿y para cuando montar algo que sea tuyo?” o “Tía, ábrete un blog” o frases de gente que conociéndome de horas me decía que se sentía protegida conmigo. Yo jamás he pensado en abrir algo mío, porque me gusta trabajar en proyectos que necesitan que una visión aterrice, nunca pensé en abrir un blog (incluso cuando me apasiona escribir y lo hago a menudo) porque no consideraba que tuviese que aportar más que otros, y muchas veces me pone nerviosa que otros se sientan protegidos por mi, porque no considero que haga nada especial.
Pero la realidad es que, como líder sin talento, apoyar, cuidar, tomar en consideración y respetar y gestionar los tiempos de cada uno, incluidos los del objetivo, es fundamental para que la gente siga avanzando, para que no se rindan, te encuentren en sus momentos de dudas y todos tengan presente la visión.
A día de hoy considero que mi don es la gestión del talento, no el mío propio, porque no lo tengo, si no el de los otros, en pro de un objetivo. Me encargo de no dejar que el talento se desperdicie, de ayudar a pulirlo, quitarle obstáculos y ponerle alas. Y joder, que enamorada estoy de eso.
Un buen amigo actor (qué especial es la sensibilidad de los artistas) me dijo “Pero Clau, si eso es un talentazo, tú haces que la gente confíe en sus dones y los convierta en proyectos”. Le quise tanto en ese momento. Y sinceramente, creo que es importante entender así a los líderes, para respetar y entender su papel, en lugar de encararnos con ellos. No son más que el resto, son otra pieza del equipo, como cualquiera de las otras y es necesario que existan, para que todo funcione. Son la palanca que activa el engranaje y sin la cual éste no tendría sentido, al igual que la palanca no tendría razón de ser sin el engranaje.
Y aquí estoy, continúo apoyando el talento de otros pero intento, por primera vez, confiar en el mío para ver en que se convierte.
Gracias por el tiempo.
PS: Hablando del talento de otros y de apoyarlo, ayer
nos contaba que en mayo publica su primera novela en la que, como siempre, nos ha dejado todo de él. Leer a Jesús es placer infinito. Buscaba la belleza, así se titula, se publica el 3 de mayo pero ya podéis reservarlo en preventa en:
Que gran verdad querida! Y cuánto bien me hiciste en tan poco tiempo, y cuánto te sigo echando de menos. 🥰
Qué honesta Claudia, no es pequeño talento cuidar al grupo y proteger el objetivo, exige además tener perspectiva y empatía. Y qué generosa compartiendo el libro 📖 💙, muchos besos