La caja de herramientas
Abrir solo con esperanza de encontrar soluciones. En caso de miedo, respirar y no abrir hasta encontrar una esperanza.
Hoy te voy a contar un cuento. En realidad, voy a recordarte un cuento. Uno que te sabes y conoces desde siempre, tan tan bien, que ni siquiera recuerdas cuando lo olvidaste. Y no lo recuerdas porque, desde hace mucho, mucho tiempo, forma parte de ti. El problema es que lo tienes tan automatizado, que has dejado de entenderlo y los cuentos (y los textos) solo existen para eso, para hacernos entender.
Érase una vez … una fábrica de cajas de herramientas. Esta fábrica era la más importante del mundo por dos razones: No solo fabricaba las cajas, si no que también se encargaba de llenarlas con todas las herramientas que venían dentro y tenían por objetivo encargarse de que cada ser humano, justo antes de nacer, recibiera su propia caja, todas ellas equipadas de forma idéntica las unas a las otras.
No importaba en qué época, en qué lugar del mundo, en qué familia o con qué dinero, raza, dones o cultura hubiesen nacido, la fábrica se encargaba de que de todo ser humano iniciara su vida con una caja con las mismas herramientas dentro.
Las herramientas eran de dos tipos, venían colocadas de la misma forma en cada caja y estaban distribuidas en dos bandejas. En la primera bandeja estaban las herramientas conocidas como actitudes y en ella podían encontrarse la positividad, la negatividad, la proactividad, la reactividad, la gana, la desgana, la valentía, la calma, la rabia, el interés, el desinterés, la cooperación, asertividad, comprensión, pasividad, manipulación, resiliencia, colaboración y la superación.
En la segunda bandeja estaba el otro tipo de herramientas: las emociones. Podías encontrar alegría, enfado, tristeza, asco, ansiedad, seguridad, inseguridad, felicidad, admiración, desasosiego, curiosidad, frustración y casi un sinfín de opciones más, que aseguraban que el kit de herramientas estuviera bien preparado.
La caja tenía la peculiaridad de que, para usarla, tenías que coger primero una herramienta de la primera bandeja y luego una de la segunda. Es decir, era completamente imposible utilizar una emoción sin una actitud. De hecho, las emociones funcionaban del todo distinto, en función de la actitud con la que se escogieran.
Los mecánicos de la fábrica de las cajas estaban muy satisfechos con su trabajo, pues consideraban que así enviaban a todo el mundo preparado para sus vidas. Sin embargo, desde los albores del tiempo, cuando las personas acababan sus caminos vitales, volvían quejándose de la caja de herramientas. Que si había herramientas cuyo uso era muy positivo y otras muy negativo …que había días que las herramientas eran de color blanco y otros de color negro y que eso les confundía cuando necesitaban usarlas… e incluso había quienes se quejaban de que ellos no tenían determinadas herramientas.
Siempre Winnie the Pooh.
Los mecánicos se pusieron a investigar de forma exhaustiva durante eones sin encontrar la solución, pues todas las cajas entregadas contenían exactamente lo mismo siempre, eran perfectas tal y como se entregaban y todas las herramientas eran de un color dorado precioso. Como a cada ser humano se le había dado una caja desde los albores de los tiempos, el grupo de personas a analizar para encontrar la solución al problema era muy amplio.
Finalmente, los ingenieros de la fábrica dividieron a todos los humanos en dos grupos, los que estaban contentos con ellas la mayor parte de las veces y los que se quejaban de sus cajas. Al realizar este ejercicio, el primer grupo se movió rápidamente hacia el lado de la fábrica que les habían asignado y empezaron a comentar con curiosidad lo práctico de la estrategia para encontrar una solución. Se oían voces diciendo “¡Por algún lado habrá que empezar!”, “¡Qué ganas de saber cual es el problema!”, “¡Tal vez podamos echar una mano!”. Sin embargo, el segundo grupo siguió desperdigándose por la fábrica. No habían escuchado bien las instrucciones de los ingenieros porque habían estado hablando entre ellos de las deficiencias de sus cajas con comentarios como “Si yo la abro y no encuentro lo que necesito, pues poco puedo hacer”, “Si me esmero en ordenar las herramientas por colores y al día siguiente son de otro, pues es un lio”, “Dudo que encuentren el problema, mi caja me la conozco yo”.
Tras conseguir separar a ambos grupos y observar su comportamiento durante el proceso, los mecánicos se miraron perplejos entre sí, habían dado con la solución. El problema era más que evidente. Las cajas eran tan perfectas, como ellos pensaban, el problema estaba fuera de las mismas y no era otro que el estado de ánimo con el que se abrían.
Aquellas personas que abrían la caja asustadas y con miedo ante lo que tenían que enfrentar, encontraban la caja deficiente, con falta de herramientas y todas oscuras y complicadas de manejar. Además, siempre escogían las actitudes más negativas de la primera bandeja. Sin embargo, aquellos seres humanos que abrían la caja con la esperanza de encontrar algo que les ayudara a manejar la situación, siempre encontraban algo útil que utilizar. Consideraban las herramientas muy ingeniosas y fáciles de emplear si se prestaba atención y especialmente apreciaban las de la primera bandeja, que les servían de ayuda para entender las herramientas, más complejas, de la segunda.
Los mecánicos, entre risas, mandaron imprimir unas etiquetas para las tapas de las cajas que advertían: “Abrir solo con esperanza de encontrar soluciones. En caso de miedo, respirar y no abrir hasta encontrar una esperanza”.
Pese a que todos enfrentamos situaciones muy distintas y partimos con diferentes condiciones, todos contamos con la misma caja de herramientas. Somos igual de capaces de buscar soluciones válidas a nuestros problemas. Solo debemos trabajar en confiar en nosotros mismos, escoger muy bien las actitudes con las que encaramos las circunstancias y esmerarnos a fondo por conocer cómo funcionamos ante nuestras emociones. El miedo nos paraliza y no nos deja usar nuestras herramientas. Afortunadamente, nuestros mayores miedos pueden combatirse con nuestras mayores esperanzas.
Es más, te cuento un secreto, la caja de herramientas, ni siquiera se nos da para que arreglemos situaciones, si no para que podamos experimentar todas ellas. Es la mejor actitud con la que puedes empezar a usar tu caja.
Gracias por el ratito.
Me gusta mucho eso de que los cuentos (los textos) nos ayudan a entender, porque justamente sobre esa premisa intento escribir los míos propios. Muchas gracias por poner ese sentimiento en palabras tan hermosas, Claudia.
Qué bonito. Me ha gustado mucho.