LIMIT(L)ESS
Entender la rabia es importante, solo así puedo encauzarla y convertirla en energía, en objetivo. Entender dónde están los límites de todo y hasta donde pueden forzarse para ir un poco más allá.
El otro día me pasó algo curioso. No una anécdota como tal, si no un estado mental de esos en los que a veces entras y no sabes porqué, pero intuyes que tiene un porqué.
Me hice un esguince, por décimo octava vez, en el mismo tobillo. Pero esta vez, a las faldas del monte Batur, Indonesia. No me conocéis, pero esto es típico de mí, lo de las historietas para no dormir. Tengo cientos de ellas y como me pasan muchas, muy a menudo, procuro sacarles moraleja. Dice Cisco Garve que a la gente que hace cosas, le pasan cosas, y yo, aunque exijo vivir a mi ritmo, la verdad es que no paro. Reclamo la calma pero encarno la energía. Pues hete aquí que ahí me hallaba. Con el pie torcido de buena mañana y con dos opciones, las que tendría cualquiera. Cambiar de planes, suspender la subida al volcán y descansar el tobillo, o subir el volcán. ¿Adivináis cual escogí, ¿no?
El camino de subida fue, durísimo y desagradable, había bastante desnivel. La gente deja mucha basura en este camino y eso hace que, cuando sale el sol, se llene de moscas. Había tantas que decidí ponerme los auriculares para no agobiarme con el zumbido. Odio los insectos volando a mi alrededor. El ruido y el barullo en general me descentran. Lo estaba pasando realmente mal, pero tenía claro que iba a seguir. Entonces empecé a pensar ¿Por qué estoy haciendo esto? ¡Peor! ¿Por qué estoy queriendo hacer esto?
La lesión del tobillo ya me la conozco, sé que si cuando me lo hago no lo dejo que se enfríe, puedo lidiar con él y lo recupero. Aún sí, lo que estaba haciendo era totalmente prescindible ¡Estaba de vacaciones! Consideré la opción de si lo estaba haciendo por la persona que me acompañaba, porque le hacía mucha ilusión esa cima, pero la realidad es que no soy tan complaciente. De hecho, suelo negociar mucho con la gente de mi alrededor para hacer respetar lo mío.
Seguía caminando, luchando de veras con mi cabeza y con el porque estaba poniéndome en esta situación. Estaba verdaderamente enfadada, sentía rabia, pero continuaba. Hasta que me vino a la cabeza una frase que había leído días antes “Preparing on the sunny days” y entendí que había decidido seguir con la excursión, porque no quería que una cuestión tan trivial, como una lesión que no era grave y un puñado de moscas, me amargarse el día. Me estaba probando a mi misma que no porque no todas las circunstancias estuvieran de mi lado iba a dejar de disfrutar. Estaba lidiando.
Darme cuenta de esto me alivió muchísimo, había conseguido entenderme. Entender la rabia para mi es importante, solo así puedo encauzarla y convertirla en energía, que puedo convertir en objetivo. Pero aun así me preocupaba la imprudencia. Si para “entrenarme”, me llevo hasta un límite absurdo, puedo ponerme en peligro, romperme física o mentalmente. Yo adoro la montaña, la naturaleza y sé cómo comportarme en ella. Meterte en una ruta con una lesión grave, era imprudente y yo lo estaba haciendo. Ahí me reconcilié conmigo misma concediéndome tiempo y otorgándome el beneficio de que me conozco. Sabía que el tobillo solo iba a dolerme al principio, luego volvería a acompañarme. Hasta que ese momento llegara, solo necesitaba paciencia y aceptar ir un poco más despacio. Ahí no veía mucha luz, pero confiaba en que la luz existía y volvería a verla en un rato, punto.
Al final todo salió genial. Las vistas desde la cima eran increíbles. La persona que me acompañaba entendió algo más de mi forma de ser ese día. Y el camino de vuelta fue espectacular, más bonito que el de subida, sombreado y bajando más ágilmente por un bosque verde y húmedo, lleno de bambú y lianas.
Esta clase de situaciones, según voy creciendo, me preocupan y me llaman más la atención. La capacidad de entender dónde están los límites de todo y hasta donde pueden forzarse para ir un poco más allá. Yo he sobrepasado mis límites muchas veces, sin darme cuenta, por creerme invencible o por necesidad y lo he pagado con mi salud. Pero sé a que sabe el límite, el exceso y ahora lo reconozco.
El otro día en una cena, hablando sobre apnea, le dije a unos amigos que yo nunca empujo más allá de mi limite “I never push”. Les entró la risa y me quisieron decir que sí, que yo sí que voy más allá de mis límites . Les dije que no, que hace mucho que no, que lo que me ven hacer es diferente. Yo sigo entrenando mis límites, siempre, empujándolos despacito, cuando tengo ocasión, para ensancharlos. Los ejercito sobreponiéndome a pequeñas adversidades con cabeza, porque soy consciente de que, a veces, la vida te hace ir más allá de tus límites, sacando de quicio a tu cuerpo o a tu cabeza. Ahí es cuando es la hora de la verdad y tienes que manejarte. Así que prefiero prepararme para las tormentas “durante los días soleados”.
Gracias por el ratito.
Hoy no puedo locutar el texto, vuelvo a estar de viaje, así que a modo de bonus track, os dejo un texto mío más poético de 2014, cuando estaba más malita, pero no quería que eso me restara oportunidades. Donde la tormenta era de verdad, y lidiaba con este mismo tema de los limites y el intentar entender donde están y hasta donde empujarlos.
A veces me gustaría fumar
¿sabes?
como forma de protesta
de arrebato.
A veces me gustaría fumar,
como para hacerle saber al mundo que estoy mal.
que me duele, que ya no puedo
que aquí he empezado a acabar conmigo
Como diciendo:
“Voy a encender este cigarrillo y cuando se acabe, habremos encontrado la solución a todos nuestros problemas y vamos a aplastarlos contra el fondo de este jodido cenicero”.
Sin embargo, no fumo, nunca.
Siempre encuentro una forma de enfrentarme al mundo,
de plantarle cara a todo,
de no renunciar a nada.
Y no sé si eso es bueno o malo,
no sé si te mata antes el humo,
o la falta de aire en los pulmones.
SPOILER DESDE 2023: Te mata el humo, pero puedes entrenar los pulmones, para tener la capacidad de respirar un poco más.
Estoy con tus amigos: ojo con tus límites y la apnea