Lo difícil es contribuir
Observando, la gente joven quiere huir, viajar y no atarse a un puesto de trabajo cada vez más. Queremos vivir y sacrificamos el aportar, porque aportar significa mal vivir.
Supongo, o quiero suponer, que todos más o menos, queremos vivir una buena vida, pero con algún atisbo de estar aportando algo, de que lo que hacemos y los esfuerzos que hacemos para hacerlo, tienen algún sentido.
Hace poco veía en el Intagram de Jesús Terrés una foto de su viaje a Argentina en la que fotografiaba una frase que rezaba “¿Qué tienes para ofrecer al mundo?” y él mismo apostillaba “Las preguntas correctas”. Y es que hay que hacérsela, pero entonces entra el dilema y el efecto de la famosa vocación frente al producto.
Las preguntas son importantes, pero en una era en la que tenemos argumentos para todo, las respuestas también lo son. Esa pregunta que me parece un reto en si mismo, puede contestarse desde dos ópticas muy cercanas al marketing. ¿Qué tienes para ofrecer al mundo? En cuanto a producto o ¿Qué tienes para ofrecer al mundo? de forma aspiracional, en cuanto a entrega, vocación, que te mueve tanto que puede aportar al resto, aunque sea, inspiración.
AHÍ
ESTA
LA CLAVE
Y el problema para que negarlo.
Los dos famosos dilemas. El de hacer de tu hobbie o lo que amas tu medio de vida y de si estamos preparados para las consecuencias y el dilema de valorar si puedes hacer algo bien, sin amarlo en absoluto, pero porque hay que hacerlo “pa’ comer”
Tengo una amiga que es veterinaria, no aprobaba ni a tiros las asignaturas del cole pero fue llegar a la uni, a sus bichitos, a lo que ella quería y todo fue como un tiro. Sufrió mucho para sacar la carrera, pero la sacó enterita y de eso ya llevamos 10 años de veterinaria. Digo llevamos porque es de las muy poquitas personas con las que mi móvil suena, aunque esté en no molestar y porque llevamos muchas madrugadas de llamadas y llantos durante sus guardias. El otro día, con un café y alguna lágrima un simple “Clau, lo dejo”. Me dijo que era superior a ella, que se sentía tonta por haber dedicado tantos años a algo que la obliga a trabajar turnos de 14 y 48 horas sin descanso, a no cuidar su salud y a no pasar de los 20k anuales. Le encanta, pero lo deja. Lo ama, pero lo va a dejar ir. Se sacará un master para poder impartir clases de ciencias en un instituto y en sus propias palabras “Hacer un trabajo que no me importe pero que me permita vivir mejor, poder progresar en condiciones”.
Y yo soy la cara B. Carrera, 10 años de ascensos laborales, buen sueldo y trabajo en una empresa en la que no me puedo quejar de trato y condiciones. Y sin embargo me muero por tener más tiempo para escribir más, que es por lo que estudié periodismo, para hacer algo que me importara. Aunque pensándolo bien, también lo deje para no morir de hambre por mal sueldo y de culpa por publicar de forma sesgada.
Estamos así en tantos aspectos, que es para pensárselo. Observando, la gente joven quiere huir, viajar y no atarse a un puesto de trabajo cada vez más. Queremos vivir y sacrificamos el aportar, porque aportar significa mal vivir. Es la era del individualismo. Tenemos un problema de prioridades. Siempre se necesitarán médicos, veterinarios, buenos periodistas, arquitectos, abogados, etc. que quieran aportar, pero para poder hacerlo, necesitan tener condiciones que les permitan tener energía y medios para cuidarse. Para comprarse una casita antes de los 30 macho. Todos esos grupos tienen convenios surrealistas, o son profesiones liberales o mileuristas. ¿Será casualidad que las profesiones que más necesitamos son las que peores condiciones tienen? ¿Cuál es el fin? Perdónenme que no quiera que en urgencias me atienda un médico en su hora 12 de su turno de guardia, sin haber dormido ni 4 horas. Pensemos en esas profesiones y en lo que nos aportan y encarguémonos de que no se quieran apartarse.
No es justo tener que elegir entre calidad de vida o calidad del trabajo que se hace. Entre el trabajo y uno mismo. Nadie vive eternamente para trabajar, tenemos que poder trabajar para vivir.
Qué triste que una sociedad se muera porque aparta a los que aportan.